La expresión poética del anhelo judío por Jerusalén a través de los siglos.
A lo largo de la historia judía, el anhelo por Sion —el nombre poético de Jerusalén y, por extensión, de la Tierra de Israel— ha sido una constante fuente de inspiración poética y espiritual. Esta tradición literaria, conocida como la "Oda a Sion", representa una de las expresiones más conmovedoras del vínculo milenario entre el pueblo judío y su patria ancestral.
El anhelo por Jerusalén encuentra sus primeras expresiones en los textos bíblicos, particularmente en los Salmos. El Salmo 137, compuesto durante el exilio babilónico (siglo VI a.E.C.), contiene quizás la expresión más famosa de este sentimiento:
"Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion. [...] Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría." — Salmo 137:1, 5-6
Este texto establece temas que resonarían a través de los siglos: el dolor de la separación, la memoria como deber sagrado y la centralidad de Jerusalén en la conciencia judía.
La tradición poética de la Oda a Sion alcanzó nuevas alturas durante la Edad de Oro del judaísmo español (siglos X-XII). Poetas como Solomon ibn Gabirol, Moisés ibn Ezra y, especialmente, Yehuda Halevi, compusieron obras maestras que celebraban a Jerusalén.
El poema "Mi corazón está en el Oriente" de Yehuda Halevi ejemplifica esta tradición:
Mi corazón está en el Oriente, mientras yo habito en el extremo Occidente.
¿Cómo puedo saborear lo que como, y cómo podría deleitarme?
¿Cómo cumpliré mis votos y mis obligaciones, mientras
Sion está en el dominio de Edom, y yo estoy bajo el yugo árabe?
Me sería fácil dejar toda la bondad de España,
Como me es precioso ver el polvo del Templo destruido.
El poema captura la tensión entre la vida en la diáspora y el anhelo por Jerusalén, un tema que resuena en la experiencia judía hasta el día de hoy.
La obra cumbre de este género es, sin duda, la "Oda a Sion" del propio Halevi, un extenso poema que celebra la belleza y santidad de Jerusalén mientras lamenta su estado de abandono. Esta composición se convirtió en parte de la liturgia de Tisha B'Av, el día que conmemora la destrucción de los Templos.
La liturgia judía está impregnada de referencias a Jerusalén y el anhelo por su restauración. Estas expresiones se encuentran en oraciones diarias, bendiciones después de las comidas y festividades especiales:
Estos elementos litúrgicos han mantenido viva la conexión con Jerusalén en la conciencia judía cotidiana a lo largo de dos milenios de dispersión.
Con el surgimiento del movimiento sionista en el siglo XIX y la creación del Estado de Israel en 1948, la Oda a Sion adquirió nuevas dimensiones. Poetas como Jaim Najman Bialik y Natan Alterman transformaron la antigua añoranza en un llamado a la acción y, posteriormente, en celebración del retorno.
Lea Goldberg, una de las poetas más destacadas de Israel, capturó la complejidad del retorno a la tierra largamente añorada en su ciclo de poemas "Desde mi casa vieja y nueva":
Tal vez solo las aves migratorias conocen,
suspendidas entre tierra y cielo,
esta agonía de dos patrias.
La poeta explora la tensión entre el anhelo por Sion, cumplido, y la conexión con los lugares de la diáspora, un tema relevante para muchos judíos en la era moderna.
La tradición de la Oda a Sion ha encontrado poderosas expresiones musicales a lo largo de la historia. Desde los antiguos cantos sinagogales hasta composiciones clásicas como "Jerusalén de Oro" de Naomi Shemer (1967), estas melodías evocan el profundo vínculo emocional con la ciudad santa.
Después de la reunificación de Jerusalén en 1967, "Jerusalén de Oro" se convirtió en un himno no oficial que captura tanto la antigua añoranza como la jubilosa realidad del retorno:
"El pozo se ha secado, la plaza del mercado está vacía,
Y nadie visita el Monte del Templo en la Ciudad Vieja.
Y en las cuevas de la montaña vientos aúllan
Y nadie desciende al Mar Muerto por el camino de Jericó.
Jerusalén de oro, y de cobre y de luz,
¿No soy yo un laúd para todas tus canciones?" — "Jerusalén de Oro" de Naomi Shemer (fragmento, traducido)
Hoy, mientras Jerusalén se mantiene en el centro de complejas realidades políticas y religiosas, la tradición de la Oda a Sion continúa evolucionando. Poetas y artistas contemporáneos exploran la ciudad tanto como símbolo espiritual como realidad concreta, con sus desafíos y contradicciones.
Para muchos judíos alrededor del mundo, estas expresiones artísticas siguen siendo un puente vital que conecta la experiencia contemporánea con milenios de anhelo colectivo, recordándonos que la relación entre el pueblo judío y Jerusalén trasciende la política para tocar dimensiones profundamente espirituales y culturales.
"Si te olvido, Jerusalén, que se olvide mi diestra. Que se pegue mi lengua al paladar si no te recuerdo, si no pongo a Jerusalén por encima de mi mayor alegría." — Salmo 137:5-6